“No tengo ningún
disco de ABBA y nunca he sentido la necesidad de ir a comprarme uno. Pero si
estás hablando de canciones pop bien construidas, las suyas son fantásticas”. Phil Collins
Cuatro suecos con cara de buenas
personas dominaron las listas de éxito durante la década de los setenta a golpe
de canciones irresistibles para él oído humano. Existen teorías que hablan de
técnicas experimentales en el proceso de composición de las mismas. Harmónicamente
perfectas, algunos dicen que imprimían en el cerebro humano algún tipo de
toxina que aseguraba que el individuo fuera incapaz de olvidarlas. Es sin duda
una hipótesis exagerada aunque es indiscutible su asombrosa capacidad para
fabricar canciones pop redondas por mucho que quieran arrinconarlas a los
banquetes de boda. ABBA es una extraña bestia para evaluar críticamente, el
epítome de un placer culpable, aunque nadie puede negarles su maestría para la
melodía a la hora de componer una canción pop brillante.
De pequeño yo vivía en un piso alto en el barrio
madrileño de La Estrella. Mi padre tenía reservado un cuartito a modo de
estudio, una habitación que recibía genéricamente el nombre de el despacho, y donde en realidad no
ocurría nada verdaderamente extraordinario. Mi padre coleccionaba trenes de
juguete ibertren, hacía maquetas con
aviones desmontables y restauraba sus viejas carpetas de singles en 7” con
tijeras y plantillas de Letraset. Fue
en el despacho donde vi por primera
vez la portada de un grupo folk con camisas rojas y calcetines a juego llamado
Hootenanny Singers. Yo tenía 11 años y sin saberlo acababa de descubrir los
orígenes de ABBA.
De ABBA casi todo el mundo sabe que a/es un grupo sueco,
b/estaba formado por dos mujeres y dos hombres pareja también en la vida real y
c/ en algún momento ganaron el festival de Eurovisión. Es menos conocido que
todos sus miembros eran musicalmente un portento y ya eran muy famosos antes de
ABBA. De hecho, técnicamente y atendiendo a la definición oficial del término,
(grupo de música formado por artistas que
habían tenido fama y respeto en grupos anteriores o a nivel individual),
ABBA era un Supergrupo tan legítimo
como Crosby, Stills, Nash & Young, Cream o Blind Faith, aunque por supuesto
mucho menos auténtico, ya saben.
Los Hootenanny Singers del despacho de mi padre era un conocidísimo grupo folk sueco que a
diferencia de otros muchos imitadores de The Kingston Trio cantaba en su lengua
nativa y en 1964 tenía como líder a un joven cantante y compositor llamado
Björn Christian Ulvaeus, (de ahora en adelante, el feo). Los Hootenanny Singers
giraron sin parar al tiempo que el fenómeno Beat abordaba Suecia y el resto del
mundo.
Inevitablemente, The Beatles tuvieron réplicas en cada
país europeo y The Hep Stars triunfaron en Suecia con sus pelos a lo Byrds y la
canción “Cadillac” escrita por su cantante y compositor Benny Andersson, (de
ahora en adelante, el de barba). Los Hootenanny y The Hep Stars coincidían
habitualmente en sus giras, compartían camerinos y escenario, y Ulvaeus y
Andersson se hicieron amigos, colaboraron, escribieron canciones juntos,
dejaron sus respectivos grupos y terminaron formando un dúo: Björn & Benny.
Agnetha Fältskog, (de ahora en adelante, la rubia), tenía
solo 17 años cuando en 1967 alcanzó el estrellato con su primer álbum en
solitario Jag Var Sä Kar, escrito
enteramente por ella y disco que encabezó las listas de ventas por encima de
los mismísimos Beatles. Virtuosa pianista, desde el jazz a las figuras clásicas
de Bach, Fältskog conoció a Ulvaeus en una gala de televisión y Cupido se
encargó del resto.
Por su parte, Anni Frid, (de ahora en adelante, la
morena), seguramente la mejor voz de los cuatro, nacida en Noruega aunque en
Suecia desde muy niña, ya cantaba en pequeños locales de jazz con 13 años. En
1967 gana un concurso de talento en la
televisión sueca, lo que la convierte en una celebridad y la firma de un
suculento contrato con EMI. Después de varios sencillos de éxito, Anni conoce
en un programa de radio a ¿adivinan? Exacto, Benny Anderson.
Anni Frid editó su disco de debut En Ledig Dag con
EMI producido por Benny Andersson. Björn Ulvaeus y el propio Andersson formaron
pareja artística y lanzaron un trabajo titulado Lycka, con Agnetha y Frid colaborando en los coros. Fältskog y
Ulvaeus se casaron y Frid y Andersson se prometieron. Hasta el verdadero
nacimiento de ABBA como grupo en 1972, podemos decir que se mantuvieron
bastante entretenidos.
ABBA tenía serias similitudes con The Beatles. Al igual
que los de Liverpool dos cabezas capitalizaban la parte compositiva, (los
chicos), mientras que el papel secundario pero esencial de Harrison y Starr era
para las chicas. En un principio ABBA fue un artista de singles. Más adelante
se convirtieron en un grupo de álbumes tratando cada canción como sencillos,
algo que tomaron como modelo de The Beatles. ABBA siempre tuvo claro que se
trataba de un artista de estudio y como The Beatles, abandonaron las grandes
giras y las actuaciones en directo para centrarse en escribir. Por si fuera
poco, ABBA tenía su propio Brian Epstein. Stig Anderson, un sueco listísimo
propietario del sello POLAR, discográfica de los Hootenanny Singers, inventor
del nombre ABBA, diseñador del plan “Waterloo”, responsable de asegurar una
distribución mundial de sus cuatro pupilos en el momento justo y por encima de
todo, el hombre que hizo que Agnetha, Benny, Björn y Anni fueran inmensamente
ricos.
En una España de dos cadenas, el festival de Eurovisión
era una cita familiar obligada frente al televisor. Yo en 1974 era demasiado
pequeño como para tener recuerdos atinados de “Waterloo” o del traje de
Napoleón del director de orquesta. No tuve un primer recuerdo del festival
hasta el “Halleluyah” de los israelitas Milk & Honey en 1979. No obstante,
a falta de éxitos hispanos, TVE repetía año tras año la actuación de los suecos
en la previa de la ceremonia, clavando a fuego en mi cerebro aquellos trajes
imposibles, ¿qué niño podría olvidar aquella espantosa indumentaria?
Stig Anderson había fracasado justo un año antes al
intentar ganar con el tema “Ring Ring” el festival. Ni siquiera alcanzó a
clasificarse en las eliminatorias locales. Incansable, volvió a la carga un año
después y en plena efervescencia Glam y el Muro
de Sonido de Phil Spector lo volvió a intentar presentando “Waterloo”. Ya
saben quién ganó. Aquel triunfo alumbró indiscutiblemente uno de los fenómenos
musicales más arrolladores en la historia de la música popular. Con una carrera
moderadamente breve, ABBA se convirtió en el artista más vendedor de la década
y en uno de los iconos pop más celebrados de todos los tiempos.
“Waterloo” es sin duda una canción pop rutilante.
Intachable, tan bien construida como casi todos los sencillos que despacharon
en sus cuatro primeros álbumes: “Ring Ring”, “Mamma Mia”, “S.O.S.”, “Honey,
Honey”, “Knowing Me, Knowing You”, “Fernando”, “Dancing Queen”, números uno en
Estados Unidos, latino américa, Europa, Japón…A pesar de su disparatado éxito
pocos aventuraban que ABBA más allá de convertirse en una pequeña línea de
montaje de cancioncillas ligeras y amables perfectas para la radio, en algún
momento fuese capaz de construir un álbum memorable.
En 1977 ABBA era posiblemente el grupo más famoso del
planeta. The Album es el pico
creativo de su carrera y después de fusionar con éxito el folk, rock, pop, funk
y la música clásica se acercan a un género pop art progresivo. Ojo. No piensen
que The Album incluye piezas de 15
minutos describiendo los amaneceres en un glaciar bajo un sesudo manto ruidista
de sintetizadores. Siguen siendo un grupo pegadizo, aunque su producción
resulta más ambiciosa y es decididamente adulta.
Desde la primera canción del disco, ABBA se pone
ligeramente más serio que en entregas anteriores. “Eagle” es una obra de
ingeniería en cuanto a los arreglos se refiere, puro Fleetwood Mac. Quizás no
son la maquina perfecta que fabricaba canciones pop infecciosas, pero aparecen
por fin medios tiempos poderosos y las guitarras acústicas y el uso atinado de los
sintetizadores cobran protagonismo, acertando de una vez por todas en la
letras, el talón de Aquiles del grupo, demasiado naif y tontorronas hasta
entonces.
The Album incluye “Take A Chance On Me”, una
colección de pequeños arreglos puestos al servicio de la canción, empezando por
supuesto con esa genial introducción a capela con la que resulta imposible
resistirse a esbozar una sonrisa de felicidad cada vez que la escuchas. “The Name
Of The Game” incluye tres o cuatro partes diferentes que aparentemente no
tienen relación alguna pero que encajan mágicamente en una de sus mejores
canciones. Del teclado de la sección inicial pasan a la parte cantada y de
vuelta a un dududu casi gospel para
volver al teclado, en realidad el catalogo definitivo de las virtudes ABBA:
irresistible sencillez camuflada bajo un complejísimo trabajo de arreglos,
composición y producción. Incluyen un rock and roll, “Hole in Your Soul” (pónganla
muy alta en casa y sorprenda a sus amigos, hábleles de un disco que acaba de
descubrir y haga como si cualquier cosa. Resulta divertido verles hacer air
guitar mientras entonan con voz grave la parte de Benny). “One Man One Woman”
es una balada de preciosismo clásico increíblemente bien cantada, (estas dos
mujeres sabían cantar muy bien), ofrece la mejor versión vocal de Agnetha y Anni y muestra el camino a la
hora de empastar voces imitada hasta la saciedad. “Move On” es otro lento.
Aquí incluyen un monologo de Björn que en cualquier álbum de cualquier otro
artista parecería ridículo. La voz del hombre esta tan perfectamente integrada
con la majestuosa harmonía vocal del coro que de no estar, la echarías de
menos.
El mayor gesto de madurez del disco es la
inclusión de un mini musical subtitulado como “The Girl With The Golden Hair”
en los tres últimos cortes del álbum, un modesto acercamiento de Björn y Benny
al género musical que más tarde profundizarían con Tim Rice en Chess.
“Thank You For The Music” es una de las
canciones más celebradas de ABBA y abre este pasaje musical de apariencia un
tanto cursi. Otra de las grandes virtudes del grupo, siempre rozando lo ñoño y
empalagoso pero ofreciendo el lado tierno y humilde de las cosas, convirtiendo
lo fofo y acaramelado en emocionante. “I Wonder” es puro Broadway, con pianos y
mucho drama, y “I’m a Marionette” es con seguridad lo menos ABBA que ABBA había
grabado hasta la fecha, algo más duros, con riffs más pesados y un tono general
de arreglos más propios de Kurt Weill ciertamente oscuros. The Album es un disco de ABBA extraño y esta pieza final es el
cierre idóneo en esta rareza. Es indiscutiblemente un trabajo pop, aunque
utilizando formulas nuevas que nunca antes habían usado. Está bien escrito,
tiene buenos singles y también un punto freak. Y esa es la magia de ABBA, por
un lado ser el grupo más comercial del planeta y por el otro ser lo bastante
osados como para desmarcarse con una marcianada como “I’m a Marionette”. Esos
contrastes son los que hacen de ABBA un artista realmente único y por los que
merece la pena visitarlos de vez en cuando.
The Album, quinto disco del grupo, llegó a las
tiendas en 1977 en el epicentro de la explosión punk. En la cúspide de su
carrera ABBA factura un disco pop luminoso emparentado con el sonido que
proponía Fleetwood Mac al otro lado del Atlántico. ABBA sacaba partido de las
nuevas tecnologías mucho antes que los demás. Si aparecía un nuevo
sintetizador, Benny Andersson buscaba la manera de integrarlo en su siguiente
composición. Trabajaban la microfonía y las voces un millón de veces.
Detallistas en el estudio, cuidaban hasta el último fragmento grabado antes de
avanzar hacia la siguiente canción. Misteriosamente había mucha música en cada
tema de ABBA, ofreciendo un producto terminado de apariencia sencilla apto para
todos los públicos elaborado hasta la enfermedad. ABBA nunca descartaba
canciones en un álbum. Preparaba 10 temas y los pulían hasta dejarlos
perfectos. No hay material inédito del grupo, no existen rarezas. Lo bueno lo
grababan, lo menos bueno sencillamente no existía. Con este disco ABBA no solo
demostró una increíble destreza a la hora de componer canciones y manejar
melodías, ABBA descubrió un significado completamente nuevo a la progresión de
acordes armónicos, una parte esencial de sus singles de éxito. A muchos les
costará aceptarlo, asumir la excepcionalidad de un grupo como ABBA no es tarea
fácil, pero The Album es un trabajo
extraordinario, rico en matices y francamente disfrutable, esa es la pura realidad.
En su búsqueda de la canción perfecta, ABBA
contrariamente a las normas establecidas en la industria del pop-rock huyó de
la ecuación álbum-gira. Por lo general el camino más efectivo de un artista
para construir sólidos cimientos de popularidad estaba en él cara a cara con su
público en interminables giras. A pesar de su increíble éxito durante los 10
años de vida del grupo sus apariciones en grandes giras fueron en comparación
escasas: un pequeño tour europeo en 1975, unas pocas semanas en Australia y
Europa en 1977, la gira de Norte América y Europa en 1979 y dos semanas en
Japón en 1980. Eso es todo. Su absoluta dedicación al estudio, estar cerca de
sus familias y un cierto temor a volar por parte de Agnetha son las principales
razones. No olvidemos tampoco que Benny y Björn con los Hep Stars y Hootenanny
Singers del despacho de mi padre ya
habían tenido suficiente escenario en sus años mozos.
En un barrido superficial por la biografía del grupo, uno
descubre que ABBA compite con The Beatles y Michael Jackson en la lista de
artistas más vendedores de la historia, 21 de sus sencillos ocuparon el número
1 en algún momento, el logotipo de ABBA con la primera B invertida es uno de
los más lucrativos de todos los tiempos. El musical Mamma Mia batió todos los records en Broadway, construyeron el mejor
estudio de su época, Polar Studios en Estocolmo, donde Led Zeppelin grabó In Through The Outdoor. Las 2 parejas se
separaron cuando se terminó el amor y se volvieron a casar. Anni Frid descubrió
ser hija de un soldado nazi que creyó muerto y después de muchos años apareció
vivito y coleando, y ha terminado formando parte de la familia real sueca
cerrando así una vida de cuento de hadas. Todo en ABBA es superlativo y resulta
fascinante su conquista global siendo suecos y cantando en ingles con
entrañable acento.
La mayoría de críticos musicales que han escrito sobre
ABBA a lo largo de los años no les dan mucho más crédito que al de un cuarteto
aseado autor de canciones baratas para el pueblo. Una conclusión demasiado
simple me temo. Solo necesitas escuchar The
Album con una perspectiva seria y estrictamente musical para comprender las
razones de su descomunal triunfo. La pareja Ulvaeus/Andersson es una de las
mejores asociaciones pop de siempre, tan grandes y talentosos que cualquier
menosprecio hacía su incontestable producción de sencillos de éxito es para
hacerse mirar si uno entiende de que va esto del pop.